«Cantaban simples pastores»
Voces poéticas y musicales en el romancero bucólico
En las últimas décadas del siglo XVI florece el género poético castellano conocido como Romance nuevo, también denominado Romance artístico o lírico. En este se pretendía recuperar la retórica de los lamentos amorosos propios de la canción castellana del siglo XV, así como verter el más depurado estilo y los asuntos característicos de la poesía italiana renacentista. Los nuevos romances se nos presentan enmarcados bajo el heredado disfraz lírico—ahora adaptado y renovado—de rústicos pastores o figuras mitológicas, en escenas de decorados bucólicos, con vientos apacibles y conciertos de hábiles aves canoras. Poemas que evocaban e imitaban, a través de la palabra, los mismos efectos sensoriales creados por la desbordante cantidad de pinturas y grabados de la época.
El tópico pastoril clásico, heredado desde la importancia que adquirió en la lírica y la narrativa humanista, era uno de los predilectos en el romancero. A las voces de los pastores, sus instrumentos y entorno idílico, se atañía la expresión cantada que armonizaba con los efectos sonoros de la naturaleza, sirviendo de marco para sus amores sublimados y las contradicciones propias de su exteriorización. En las pequeñas escenas bucólicas de los romances el poeta convierte al pastor o zagala en autores-transmisores-creadores de su propio lamento declamado o cantado. Es así como se marcan las diferentes etapas de la voz poética: la narrativa y la propiamente “cantada”, creando de esta manera soliloquios y diálogos en miniatura, casi teatrales.
El pastor y su imaginario, servían como paradigma temático y estilístico de la poesía esencialmente cantada que rememoraba la vida sencilla y afable:
Esta poesía ha de tener una sencillez alegre, [...] el metro vaya con cualque brinco, y no muy agudo en el sentido, sino llano e inteligible, sesudo y no muy filosofal. Trate con las hierbas y flores del campo, con los árboles del monte, con las frutas más silvestres, con la leche, queso, mantecas, con su ganado, con los instrumentos de música pastoriles.
(Eugenio de Salazar, Suma del arte de poesía, ca. 1567-1591)
A pesar de que las colecciones poéticas impresas y manuscritas del siglo XVII no contenían música, los romances que se incluían en éstas se imprimían y anotaban para recordar las tonadas que la gente sabía cantar, tocar—y también bailar—de memoria. Muchos de estos poemas se cantaban sobre bailes y secuencias musicales que no era necesario anotarlas, pues la gente las conocía de sobra, o las podían inventar fácilmente. Para nuestro pesar, la mayoría de estos textos nos han llegado sin información alguna sobre la música que se cantaban. Sin embargo, al ser estructuras métricas comunes para la época, y conservarse ejemplos musicales en cancioneros manuscritos o informaciones sobre el acompañamiento de estas piezas, podemos devolverles a estos poemas su naturaleza cantada. Para este objetivo se recurre una técnica común en la época: el contrafactum, que consiste en “reutilizar” o adaptar a cada texto músicas preexistentes.
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Esta producción de la compañía musical y teatral La Sonorosa, dirigida por Edwin García, pretende recrear la naturaleza oral, cantada, gestual e incluso bailada del ambiente sonoro pautado por los romances pastoriles, a través de prácticas musicales relacionadas con su divulgación y ejecución en los albores del siglo XVII. Por medio de la amalgama entre la música, la declamación, la alternancia del baile y el juego escénico, se evoca la esencia idílica contenida en estos textos y músicas, para alcanzar, también en nuestros días, su finalidad de conmoción y persuasión.
Sebastián León
Herder met schapen bij een dode boom, Abraham Bloemaert, 1600 - 1610 · Rijksmuseum, Amsterdam